La Historia de Anne y el Señor Duende...

CAPITÁN DE MI ALMA DICES SER, PARA CONDUCIRME A BUEN PUERTO Y PERMITIRME SER

Karom y Heraum, dieron con Anne de forma insospechada. Apareció en un precioso nido hecho por Águilas, según les informó el Señor Duende. El bebé de tan sólo unos días, sonreía, juntando sus manitas. Heraum, que caminaba por el frondoso Bosque acompañada de Hadas y Duendes, escuchó de repente un sonido humano. Giró en redondo y fue entonces cuando una de las Hadas, de nombre Salomé, revoloteó atenta, buscando al emisor de aquellos gorgoritos. Otras Hadas se unieron a la búsqueda, mientras Heraum, muy sigilosa, sin intención de asustar a nadie, susurraba:

- Hola!!! ¿Dónde estás…? Podemos escucharte, pero no somos capaces de verte.

Los gorgoritos, después de estas palabras, se acrecentaron, uniéndose a risas. Heraum tuvo claro entonces que procedían de un bebé. Pues no había animalito en El Bosque, que riera de ese modo.
Su Corazón se impresionó.

-  Un bebé en medio del Bosque!!! – exclamó -. Rápido – alertó a todos los Seres del Bosque, para que entre todos lo localizaran.

Un gran despliegue de Seres Elementales, desde los de Tierra, a los de Fuego, Agua y hasta los de Aire, se ofrecieron a la labor. Cuando de repente, un insignificante Señor Duende, gritó:

-  ¿Qué está ocurriendo aquí…? ¿Qué es este ruido…? Vais a despertar a la niña.

Heraum, rápida increpó al cascarrabias, gruñón:

-   ¿Acaso tú la has visto…? ¿Dónde está la pequeña…?
-  Pues claro, he estado cuidando de Ella. Preparándole su biberón, riendo y jugando y cantándole nuestra Canción – aclaró el viejo que aparentaba ser un gruñón, pese a que aquella acción delataba su ternura.

Heraum, se acercó al Señor Duende, con la intención de exigirle ver a la niña, pero entonces, cambió de opinión. Esperaría a que fuera el Duende quien se la mostrara. Sintió que eso era lo mejor.

Al Señor Duende, le llamaban así, pues era el más Anciano, según le informó Salomé. Nadie conocía su nombre, nadie supo nunca por qué siempre era Él, quien sabía todo lo que ocurría en El Bosque. Entonces Salomé - que era muy joven y risueña, podría decirse que un Hada pícara, pero con un Corazón enorme - en vistas de que el Señor Duende, ignoraba el deseo de Heraum, decidió intervenir:

- ¿Con qué alimentas al bebé…? – preguntó, como si nada, intentando entablar conversación con el viejo cascarrabias.

Mientras, el Señor Duende, labraba su parcela, con la intención de plantar semillas de acerola, para tener alimento para todo el invierno, contestó:

-  Hiervo caña de azúcar, le extraigo el dulce. Macero en una cazuela, corteza de la planta lechosa de la papaya. Lo mezclo todo hasta formar un brebaje consistente pero líquido y se lo doy a pequeños sorbos – confesó, mostrando toda su buena Fe.
-  Pero, sabes que la niña no sobrevivirá mucho tiempo con tan limitado alimento. Es un Ser Humano, no pertenece a nuestro Reino – le advirtió con mucho cariño Salomé.

Un grave gruñido resonó, chocando contra los árboles, provocando que se sacudieran las hojas. El Señor Duende gruñía y labraba, intentando controlar sus emociones, le había cogido gran cariño a la pequeña. En su fuero interno sabía que llegaría ese momento. Fue entonces, cuando resignado, gritó:

- Esperad!!! – miró al Cielo y continuó diciendo – cuando el astro Sol se alinee con esa encina, tengo que darle su siguiente comida y se la pienso dar Yo – dijo firme, quebrándosele la voz –. Cuando acabe de su siesta, os la entregaré – le aseguró a Heraum, con un gran nudo en su Corazón.

En El Bosque, todos los presentes quedaron mirando al Cielo. Tomaron asiento y observando el astro Sol, esperaron en silencio.
De tanto en tanto, unos dolorosos sollozos, rompían el silencio que habían creado entre todos. Eran las lágrimas del Señor Duende. Lágrimas que surcaban las arrugas de su cara para caer sobre la tierra, humedeciendo las semillas.
Por fin, el Sol, se alineó con la encina y todos expectantes, comprobaron como el Duende daba de comer a la niña.
La pequeña, no paraba de reír y hacer graciosas muecas que llenaban de Amor todos los rincones del Bosque. Cuando acabó su ración, el Duende le pidió a la pequeña que se durmiera y que llevara siempre con Ella esa Paz.

-  Cuando despiertes estarás en una preciosa casa con Ella, con tu Madre y también con él, con tu Padre. Yo nunca te podría dar, lo que ellos pueden hacer. Pero quiero que sepas, que siempre en mi Corazón te llevaré. He sido muy feliz durante estos días, cuidando de ti y explicándote bellas historias que durante eones, han ocurrido sólo en este Bosque. Eres quien más conoces mis secretos, por eso sólo a ti, te voy a dar mi nombre – entonces, se hizo una pausa.

Todos los presentes lloraban con el Duende, nadie osó emitir palabra. Heraum, los observaba llena de Amor, pues comprendía el dolor que suponía una separación. El Duende entonces, por vez primera en toda su existencia, dijo:

-  Soy Dariel, el primero que aterrizó en este Reino, cuando Dios creó este Bosque, para acoger a todos los que participamos en la creación de este Planeta. He esperado eones, para conocerte, pues sé muy bien quién eres.
-           
Mientras Dariel se explicaba, la niña se había quedado dormidita.

-  Dejadme que le cante por última vez nuestra Canción.

Todos quedaron de nuevo en silencio. Dariel, se acercó al oído de la pequeña y cantó. Su canción era el soneto más eterno que jamás nadie imaginó. El sonido alcanzó todo el Universo. El mensaje llegó a todo aquel que tenía que llegar. Cuando acabó de cantar, se dirigió más sereno que nunca a Heraum. Fue entonces cuando le dijo:

-  Esta niña es muy especial. Abrirá al Mundo a la Verdad. Sé que serás una buena Madre y que el Padre cuidará de ambas. No todo será un camino de rosas, pero al final, todo regresará a su lugar. No dudes nunca de eso – sentenció -. Ahora vete!!! Vete rápido, antes de que me arrepienta – gritó, denotando su gran enfado.

Heraum, no pretendía privar a Dariel del contacto con la niña. Entonces le propuso que de tanto en tanto, la acompañaría al Bosque para que se vieran. A lo que Dariel respondió:

- No. Deja que sea Ella quien me encuentre. Yo cada día cantaré nuestra canción. Sabrá reconocerla – aseguró.

Heraum, se acercó por vez primera al bebé. Cuando la estrechó entre sus brazos, la niña sonrió dormida.
Dariel, caminaba cabizbajo y dando zancazos, de espaldas a la situación y sin girarse dijo:

-   Se llama Anne. Sus Padres Originales, lo dejaron escrito.

Todos perdieron de vista al Señor Duende, sin más, había desaparecido.
Mientras Heraum caminaba con la pequeña Anne, todos los Seres que habían sido testigos, los acompañaron.
Sin casi advertirlo, un Águila se posó sobre una rama, la de un árbol que estaba en su Camino. Y luego apareció otra, y más tarde otra, y otra más, y así hasta un centenar, quizás un millar. El Camino de Anne, quedó marcado para siempre por esta especial especie de aves.

La niña todavía dormía cuando su Madre, por vez primera se la presentó a su Padre. Karom, con gran ternura la cogió en brazos y tal y como lo hizo, se hinchió su Corazón. El lazo que crearon, fue tan impresionante, que casi en el Cielo tiembla, hasta una lejanísima Estrella, que brilló con fuerza para que todos la vieran.
Al producirse esta relación, Helishan y Brahma lloraron. Ahora tenían la certeza de que su Hija sería Eterna.

Mientras los Padres Originales, sentían esta Dicha por su Hija, algo se fraguaba, que nada ni nadie podría evitar, pues todo, tan sólo acababa de comenzar…