El Hada que añoraba la Cascada

LUCÍAS UN VESTIDO DE SEDA BLANCA, EL MISMO DÍA QUE PUDE TOCAR CON MIS DEDOS TU MIRADA

Cuando Conejo Sensible hizo acto de presencia en el Jardín de Rosas de Anne, todos de alguna forma lo abuchearon, pues había tardado tanto que ya se estaban aburriendo. Anne, como era muy paciente, les pidió al resto que tuvieran un poco de consideración por el pobre Arturo, pues según intuía, tendría un poderoso motivo que lo estaba retrasando.
La Loba no se quejó, tampoco lo hizo la Oca, ni Petunia ni Ambrosía, fue la Ardilla cotilla la que más protestó.

-          Hombre Arturo!!! Ya era hora. Llevamos aquí esperando desde que salió el Sol – lo increpó dando un salto colocándose en una de las ramas, desde donde se escuchaba mejor.
-          Lo siento amigos, me ha sido imposible llegar antes. Os pido disculpas. Vamos Anne, comienza!!! Luego os lo explico.

Anne carraspeó al tiempo que le hizo un guiño al Conejo en señal de que estaba disculpado. Todos en el Jardín de Rosas estaban preparados. Ni siquiera se escuchaban a los gorriones, que de tan ancianos que eran parecían jóvenes.

En un extremo del Jardín, podía descubrirse a Wubunae, atento como nunca antes, a su lado estaba el asno y acompañando a ambos, alguien desconocido que parecía expectante ante lo acontecido.
Nadie había reparado en aquella novedosa presencia, pues era tan nueva que no podían reconocerla, sólo Anne se había dado cuenta y mirándola a los Ojos, comenzó con la historia del Hada que añoraba la Cascada.

En un lugar con un gran sombraje, vivía un Hada que pretendía esconderse de todos los presentes. No era vergüenza lo que sentía, ni tampoco inocencia lo que en su Corazón yacía, era un cúmulo de dudas por no considerarse justa cuando sentía algo que el resto no veía.
El Hada temía tanto a la opinión de sus hermanos, que poco a poco, casi sin que nadie lo advirtiera, se fue apartando de todo su Pueblo. Acabó alejándose tanto, que cuando quiso regresar un día a verlos, no supo cómo hacerlo. Los caminos se le confundieron, los deseos se le perdieron, los pensamientos intervinieron y de forma cruel le fueron gritando, tú ya no perteneces al lugar en el que habitan ellos.
Tanta fuerza le dieron esos pensamientos, que al ser lo más poderoso que escuchaba su cuerpo, creyó que sólo existían ellos y de este modo, fue olvidando quien en Verdad era, una preciosa Hada de larga y espléndida cabellera.

Un buen día, después de un largo sueño, se dio cuenta de la dejadez de sus cabellos. Los tenía sucios y enredados, ni siquiera recordaba como los peinaba, con su peine de reluciente plata.
Caminando sola en busca de una solución, dio con un interesante pedazo de piedra afilada, sin pensárselo rasgó su cabellera, dejándose un cómodo pelo corto que nada la favoreció. Ya no le importaba si estaba bella o si estaba fea, no era ninguna de esas, su prioridad. Todas sus fuerzas se centraron en aprender a sobrevivir en el nuevo mundo al que había llegado donde todo se confundía, como si nada estuviera viviendo su propia vida.
Su pelo corto, la entristeció, aunque a pesar de todo, se fue acomodando a ello. Se libraría todos los días, tener que lavarlo, darle brillo y peinarlo.
Al cabo de un cierto tiempo, hasta aquello también lo olvidó.

Habían pasado más de 13 lunas desde aquel día en el que se perdió. Los pensamientos seguían fluyendo, ahora eran sus únicos compañeros, ya siquiera recordaba que si cerraba sus grandes ojos y habría el Alma podría intuir para guiarse por el Corazón.

Cuando Anne llegó a este punto, muchos de los presentes sintieron el dolor que aquello significaba para su Mundo. La intuición era el Don más Sagrado que a Todos se les otorgaba, sin ello, no podrías vivir en ese otro Mundo, pues eso lo era Todo al ser la conexión con el mismo Corazón de Dios.
Se escucharon débiles quejidos de lamento, muchas miradas se tornaron tristes y apáticas, Petunia lloraba al tiempo que esbozaba una débil sonrisa, pues intuía que el Hada recibió una gran enseñanza a través de ese proceso a la que la condujo el destino.
Conejo Sensible, agitó sus erectas orejas, nadie se había dado cuenta de que a él no le dolió aquello, ni tampoco le alegró. Arturo conocía muy bien el resto de la historia de su gran e inseparable amiga la bella Hada Lukinna.

Entonces Anne continuó:

Caía un Sol de justicia, caminaba sorteando altos matorrales. En aquel Bosque salvaje, parecía no existir camino alguno. Todas sus extensiones estaban ocultas por plantas ancestrales.

-          Quizás nunca nadie antes, pasó por aquí, - imaginó Lukinna al comprobar que no existía un trazo definido de camino por el que transitar - Quizás, tenga que ser así. Quizás es mi caminar el que definirá un camino para llegar a mi objetivo. Quizás… ufff no sé….. quizás…. – acabó sintiendo, al tiempo que inconscientemente fue dejando pequeños huecos entre su sentir y sus pensamientos.
De repente… por uno de esos huecos inconscientes… zas… se coló un deseo. Se asustó. Su Corazón parecía haber hablado. Pero entonces - para su desgracia -  sus pensamientos lo acallaron. Sin venir a cuento, comenzaron a parlotear de forma automática. Cada uno tenía una voz, a veces hasta diferente sonido, pero todos la conducían a un lugar de temor.

-          No te fíes, no vayas por ahí. Eso que deseas es imposible de conseguir – decía uno de ellos.
-          No te fíes, sígueme a mí. Yo siempre te daré seguridad y una vida llena de riquezas y abundancia que te llenará.

Entonces Lukinna, imaginaba un lugar de ensueño, donde ella era la dueña de todo. Jardines de preciosos parterres, un Palacio, carruajes con Caballos engalanados a su entera disposición. Criados y cocineros, joyas, y una preciosa melena que alguien peinaría, sin que ella tuviera que hacer ningún esfuerzo por mantenerla limpia.
Sus pensamientos continuaron llenándola de expectativas, de todo aquello que podría conseguir si se avenía a perseguir esas grandes fantasías que le permitirían una forma fácil de vivir. Así ella sería quien determinaría su propio estilo de vida y la de todos aquellos que la servirían y le garantizarían su bienestar.
Lukinna, trastabilló, sin darse cuenta se cayó de bruces. Una gran piedra se había puesto en su camino, era como si la quisiera detener, para que no continuara por ahí. Un fuerte pensamiento que conducía graves improperios la acompañó, instalándose en sus adentros y llevándola a dirigir su destino sin hacer caso de la piedra del camino.

-          Estúpida piedra!!! Qué narices hará aquí en medio!!! No pienso dejar que entorpezcas mis sueños. Pienso ir hacia allí – gritó para sí, para confirmar que era ella la única dueña de su vida.

Como pudo - haciendo grandes y peligrosas piruetas - pasó por encima de la piedra. Tal y como la saltó, se giró y la insultó, tratando al objeto de simple e inútil entorpecimiento. Así continuó caminando, pisando ahora con fuerza los matorrales que antes únicamente sorteaba. Al pisarlos, dejaba la huella de cada paso que daba, eso hizo que los matorrales no volvieran a crecer por donde ella pisaba.

Una increíble y mágica Hada, hacía tiempo que observaba a su Hermana Lukinna. Desde su posición podía ver como Lukinna cada día se alejaba más de sí misma, como si negará quien era y quien siempre fue.
Salomé no tenía idea de qué podía hacer, así que prefirió esperar a que fuera la propia chica quien en el error de su caminar, descubriera la forma de rectificar.

Cuando Lukinna hubo sobrepasado la roca que se interpuso en su camino, ésta se deshizo de su aspecto rocoso, recuperando su verdadera forma. Era Dariel, el Anciano Duende, quien había recurrido a ese juego, para advertir a Lukinna que se estaba desviando del camino. No le había servido de nada, el Hada no lo había reconocido, no había sabido sentir su Espíritu. Esperaría a que más adelante la vida los volviera a acercar.

Con su inseparable piedra a modo de cuchillo, cada cierto tiempo – cuando le crecía el cabello – lo volvía a cortar, no permitiendo que aquel aspecto de lo que en su día fue, pudiera regresar.
De sus alas con las que era capaz de surcar los Cielos, siquiera se acordaba, más bien siquiera recordaba que eran parte de sí. De ese modo, también se olvidó de volar a su antojo, por los fantásticos Mundos que Dios siempre le regaló.
De tanto que hacía que sólo utilizaba sus extremidades para moverse en el tiempo, se había anquilosado, al igual que lo hicieran sus sentimientos.

Un buen día, una pequeña Mariposa se le acercó:

-          Hola hermosa!!! – le gritó.
-          ¿Me hablas a mí…? – preguntó con desconfianza.
-          Si, a ti, a quien va a ser…
-          ¿Quieres algo…? ¿Te pasa algo…?
-          No, no me pasa nada, sólo te he saludado… verás… es que me gustaría conocerte… bueno… si tú quieres… - le propuso la Mariposa con mucha timidez y con algo de miedo a la respuesta.
-          No veo que interés te despierto – le confesó el Hada bastante desinteresada.
-          Pues quiero que sepas, que me despiertas un gran interés. Nunca antes había conocido un Hada con el pelo corto, que ignorara sus alas y lo que es peor, también sus sueños.
-          Eres muy ignorante Mariposa, sólo aclararte que el cabello lo llevo a mi antojo, de este modo no tengo que pasarme el día cuidándolo. Mis alas no las ignoro, lo que ocurre es que no me sirven de nada y tampoco ignoro mis sueños, que sepas que tengo una gran ilusión…
-          Ahhh!!! Qué interesante!!! ¿Me puedes explicar que es…?
-          Tendré grandes extensiones de tierras, viviré en un Palacio, cuidarán de mí numerosos operarios, tendré mis propios cocineros, y muchos jardineros que recogerán flores para guarnecer mis salones, todos los días. En la puerta me esperaran los carruajes, con preciosos caballos engalanados, para cada ocasión que se tercie. ¿Te parece todavía que no tengo sueños…?

La Mariposa dejó de aletear, se posó en el hombro de la chica y entornando sus párpados le hizo saber lo triste que se sentía.

-          Brrragggrr!!! Lo que me temía. Estás totalmente perdida… - concretó la Mariposa sin poder evitar una exclamación de terror.
-          Perdida Yoooo!!! Tú estás loca. A ver si te enteras – le gritó muy airada dándole un manotazo para que volara -. Mira este Bosque. ¿Qué ves…? – le preguntó orgullosa.
-          Pues veo un lugar en el que no hay árboles, ni flores ni nada más que encontrar. Perdona que te diga, pero aquí no hay Vida.
-          Estás por tocarme las narices. Este es mi Bosque y claro que hay vida, mira, observa…

El Hada le mostró una amplia panorámica, pero la Mariposa sólo podía ver extensiones inacabables de nada.

-          ¿Tienes amigos…? – preguntó la Mariposa como si cambiara de tema.
-          No, amigos… no tengo. No los necesito.
-          ¿Tienes familia…?
-          Familia… familia si tengo, claro que tengo – le aseguró.
-          Ah ¿Y qué tal están tus hermanas…? ¿Por qué tienes hermanas, verdad…?
-          Bien, imagino que están bien – le respondió sin mostrar interés.
-          Puedo ser yo tu amiga si quieres…
-          Tú mi amiga!!! – exclamo confusa – perdona pero para que seas mi amiga tienes que ganártelo – le dijo con una gran soberbia.
-          Estoy de acuerdo, si me dejas voy a intentarlo.
-          Intentarlo no te lo prohibiré, pero dudo mucho que sepas como ganarte mi confianza.
-          Entonces, si me lo permites, lo intentaré. Por cierto Lukinna, mi nombre es Hevier.

Dicho lo cual la Mariposa desaparició sin más. El Hada se extrañó sobremanera de que Hevier conociera su nombre. Pensó que la Mariposa estaba loca, que era una estúpida pretenciosa, que no tenía con quien hablar. Creyó que era maliciosa por quererle enseñar como en su Bosque no existía nada que pudiera aportar belleza al lugar en el que vivía. Le dio pena, pensó que cuando la viera le dejaría estar un rato con ella, así la pobre se distraería.

-          Pobre Hevier!!! Qué desgraciada tiene que ser. Es tan ingenua!!!
Los días se sucedían y Lukinna no volvió a ver a la Mariposa.

-          Ufff!!! Le habrá ocurrido algo. Seguro que se ha perdido y no sabe cómo encontrarme. Quizás esté desesperada buscándome – se dijo a sí misma, creyendo que Hevier estaría deseosa de verla.

Para sorpresa de Lukinna, la Mariposa no hacía acto de presencia. Salomé muy cerca, continuaba estudiando esos extraños sentimientos que tenían cautiva a la chica. Lukinna, paso a paso, siguió arrasando con su forma de caminar. Aprendió a controlar cada movimiento que daba. Jamás se dejó llevar por nada ajeno que le hablara. Mostró terquedad, empeño y algo de sagacidad, pero nada de todo eso le valió la pena.

Un noche en la que no podía más, exhausta, se dejó caer contra el suelo, ya no tenía ganas de continuar soñando con sus tierras y su Palacio. Parecía que jamás los iba a poder alcanzar.
Tumbada espalda contra el suelo y con los brazos abiertos hacia el Cielo gritó, como nunca antes lo había hecho.

-          Por favor ayuda, estoy en un camino sin salida, no encuentro hacia donde tengo que tirar. No tengo rumbo, no conozco el motivo de estar dando vueltas y más vueltas en este estúpido sitio.

Por vez primera, algo en ella se debilitó. Las lágrimas que tanto reprimió volvieron de nuevo a brotar. Sola, creyendo no ser dueña de nada, siquiera de sí misma, quiso escapar, apretar a correr, volar, huir, desaparecer...
Pero nada de aquello ocurría. Cuando se daba cuenta, sentía que estaba allí, en el mismo sitio, sin saber más que hacer.
Por fin, se quedó adormilada. Sus pensamientos intentaban despertarla, pero una extraña fuerza se la llevaba. Finalmente en aquella desesperación, se dejó vencer. Permitió que fuera quien fuera quien la llamaba tuviera más fuerza que sus temores.
Sucumbió. Su mente calló. Desapareció el temor. Se hizo el silencio y entonces, ocurrió…

Cuando abrió los ojos, no podía creer lo que vio. Justo sentado a su lado había un Conejo. Entre sus patas sostenía algo que roía con devoción. Agitó sus orejas para ahuyentar a los insectos que lo asediaban. Por fin dijo algo:

-          Voy al Lago a darme un chapuzón!!! Qué calor que tengo!!!

El Conejo se marchó del lado de Lukinna, dando largo saltitos. El Hada sin poder evitarlo, se levantó y lo siguió. Era todo muy extraño, no podía reconocer el lugar en el que estaba ocurriendo aquello. En ese Bosque todo era diferente. Enormes árboles creaban sombras inimaginables. Una profunda, verde y florida vegetación, plagaba los rincones, creando una belleza, difícil de explicar. Pájaros de múltiples colores, criaban, cantaban, dormían o mutaban su plumaje. Ardillas, hurones, lechuzas, halcones, cervatillos, libélulas, abejas, etc...podían distinguirse por todos los rincones.
Lukinna, disfrutaba de toda aquella vida, sin perder de vista al Conejo. Tenía curiosidad por saber a dónde se dirigía.

Anne detuvo la lectura. Conejo Sensible carraspeaba en ese preciso instante. Los presentes lo observaron y el Conejo sonriéndoles, animó a Anne para que continuara, a lo que la Mariposa se cruzó sobrevolando la Fuente Sagrada. La Ardilla cotilla, se cambió de rama, aprovechando para comerse una avellana. Los gorriones se balancearon. Estaban tan contentos con la moraleja de aquel cuento!!!
Mamá Oca se acercó a Wubunae a darle un besito, la Loba y Petunia, se acurrucaron muy juntas. La Serpiente buscó una sombra, a lo que acudió rauda la Perdiz y su amiga Lombriz. Cuando el Asno lanzó un rebuzno, todos se giraron y al hacerlo, pudieron descubrir algo.

-          Ahhh!!! Es ella – se escuchó decir a alguien.
-          Ahhh!!! Si, mirad, es cierto es Lukinna, está aquí con nosotros, puedo reconocerla por su pelo.

Rápidos, el resto no entendieron. El Hada a la que se referían lucía una preciosa cabellera de puro terciopelo. La chica sonrió, a lo que el Hada Salomé agitó su varita y tras lanzarles a todos su mágico polvo de estrellas, Lukinna agitó sus alas, los sobrevoló a todos e hizo lo propio, tal cual Salomé le enseñó.

-          Ahhh!!! Lukinna tiene alas de Hada y sabe volar, sus alas son mágicas, también contienen polvo estelar!!!

Una fuerte algarabía se desató. Anne como pudo les advirtió que tenía que continuar.

-          Perdona Anne!!! – se escuchó.

A lo que Anne continuó con la narración:

Después de mucho correr tras aquel ágil Conejo, se dejó caer de rodillas contra el suelo, apoyando sus manos en el limo que rodeaba un Gran Lago. Lukinna se sorprendió, sus manos se estaban humedeciendo. De golpe, el Agua del Lago, le hizo de espejo.

-          Ohhhh!!! – exclamó, sorprendida por lo que había visto.
-          ¿Qué te ocurre? – habló el Conejo por primera vez, mientras resarcía su Sed con las Aguas del Lago.
-          ¿Hablas…?
-          Sí, claro que hablo. Mira allí enfrente.
-          Ohhhh!!! – volvió a exclamar.
Ante sus Ojos se abría la Cascada más espectacular con la que jamás alguien hubiera podido soñar.

-          Es… es… preciosa – balbuceó.
-          Como tú – afirmó el Conejo mirándola a los Ojos con sinceridad.
-          No, eso es imposible.
-          Mírate de nuevo y dime que ves.
-          Ufff, casi no me reconozco. He recuperado mi larga y espléndida cabellera. Mis alas portan el polvo que me hace mágica. Mis sueños… mis sueños no están en esas estúpidas riquezas. En mis sueños… ahora estamos Todos. Formamos una Familia de Conciencia. Nos amamos tal y como somos, sin importar nuestra raza o procedencia. Convivimos con tal forma de riqueza, que todos tenemos de todo y cada uno de nosotros es dueño de sí mismo y de la Verdad de lo que su Corazón encierra. Sabes… Conejo… en ese sueño que tengo… Somos Todos UNO con Dios.
-          Ohhhh!!! Lukinna lo has conseguido!!! Has conseguido sentir donde se halla la Verdad. Vamos a nadar hasta la Cascada – le propuso.

Lukinna y Conejo Sensible alcanzaron la Gran Cascada. El Hada se bañó bajo aquel increíble Manantial de belleza indefinible. Se permitió sentir en cada átomo de su Ser, todo lo que la Cascada le imprimía. Buceó en las Aguas del Lago, jugó en las Fuentes con todos los Seres que se acercaron. Sintió su cabellera como le caída húmeda por la espalda y recordó a la perfección como tendría que cuidarla. Nadó de nuevo hasta la orilla. Arturo la acompañó. Tenía muy claro cuál era el siguiente paso.

-          Sabes Arturo, estoy deseando ir a buscar a alguien…
-          Ah sí, ¿de quién se trata…?
-          Es una Mariposa preciosa, su nombre es Hevier, me propuso su amistad, pero en mi arrogancia no la comprendí. Lo siento, tengo que dejarte. Tengo que dar con Hevier es urgente. Adiós.
-          Adiós!!! Nos vemos muy pronto.

El Sol comenzaba a despuntar por el Horizonte de aquel inmenso Bosque por el que sólo crecían matojos. De repente pareció escucharse el aletear de una Hada cuyas alas lanzaban polvo que caía sobre alguien que todavía dormía.
El Sol insistió, volviendo más poderosos e intensos sus rayos, que con cariño rozaban el cuerpo que yacía de brazos extendidos como rogando algo.
Lukinna se desperezó. Lentamente abrió los Ojos y despertó. A su alrededor largas varas procedentes de los matorrales que lo cubrían todo, le ocultaban al Sol. Recordó que con ella llevaba siempre una afilada piedra. La sujetó con fuerza y comenzó a abrirse paso cortando los matojos. Al despejar el suelo, se pudo comenzar a definir un camino. Cada nuevo paso que dio, fue haciéndose consciente de que era su responsabilidad darle belleza a la trayectoria de su la vida. Lo tuvo claro, sin más comenzó a soñar como lo haría.
A los pocos metros pudo observar a dos gorriones balanceándose en una rama de olivo, al tiempo que cantaban, cautivados por el aroma de una preciosa rama que despuntaba.
Nunca antes los había visto, ni a los pajaritos ni al olivo. Se sintió encantada por aquella novedad de su camino. Así continuó caminando, labrando con sus propias manos cada uno de los pasos.
Un buen día, pasado mucho tiempo, sintió el agobio del calor. Era mucho más madura, más decidida y astuta. Tocó su pelo, había crecido mucho, ahora tenía brillo. Recordó la bella Cascada de Agua, esa que tanto la conectó con el Amor, la añoraba tanto… - sintió.
Ahora, en el Bosque que cruzaba se podía ver claramente el camino que había trazado para alcanzar su destino. Estaba lleno de recovecos, de curvas, de intersecciones, de vueltas y de rectas, pero al fin y al cabo era un camino precioso, pues cada vez que puso el Corazón en sus pasos, preciosos árboles se dibujaban. Incluso aparecían ardillas, y muchísimas otras formas de vida.
Aunque en el fondo ella sentía que le faltaba algo. Le faltaba dar con su amiga. Aquella noche se le ocurrió una idea, cerraría los Ojos, abriría su Corazón y desde el mismo centro pondría la intención de dar con Hevier, la Mariposa que un buen día la vino a ver.
En el silencio de su mente fue capaz de proyectar una visión. Vio claramente a la Mariposa acicalándose al lado de una Cascada de Agua. Tan pronto como la vio se dirigió a ella, se acercó y muy bajito a su oído le habló:

-          Hevier, soy Lukinna ¿me recuerdas? Te hecho mucho de menos. Tengo muchas ganas de verte, de que me conozcas y de yo conocerte. Tenías razón, quiero que seamos amigas. Creo que hiciste lo justo y necesario para que me diera cuenta. Muéstrame dónde encontrarte.
En la mente de Lukinna la Mariposa aleteó, portando a la chica a un lugar al que solamente llegaría si podía volar igual que lo hacía ella. La Mariposa se encontraba en la Cueva que ocultaba la Gran Cascada.

-          Ahhh!!! Ya entiendo. Gracias Hevier, te prometo que lo conseguiré.
El camino continuaba, pero Lukinna ya no se dejaba vencer por nada, tenía muy claro que si quería algo, lo tenía que conseguir con su propio esfuerzo. Ese y no otro era el mérito. Aquella tarde, una fuerte lluvia lo inundó todo, se comenzó a hacer difícil transitar por el Bosque. Pese a ello, continuó, hasta que finalmente una inmensa roca se lo impidió.

-          Ufff, esto me recuerda algo. Una vez me ocurrió algo similar, una roca me vuelve a impedir el paso. Esto significa algo. Quizás tengo que parar. Tomó asiento junto a la roca y sin más comenzó a sentir aquello que la roca le quería decir.
Un increíble Duende apareció ante sus Ojos. Era Dariel. Le era muy familiar. Lo miró atentamente. Se sonrieron mutuamente y por fin Lukinna gritó:

-          Padre!!!
Dariel no era inalcanzable, si quería lo podía tocar, lo podía abrazar y besar y sobre todo se podían comunicar. La roca desapareció y al ir hacia Él, un gran murmullo se pudo escuchar. Parecían seres elementales, había gnomos, otros duendes, sílfides, salamandras, elfos y pequeñas cigarras, de los mundos de los que ella procedía. Ahora lo recordaba.
Un Hada preciosa se puso enfrente.

-          Acompáñame Hermana.

Lukinna, sin darse cuenta agitó sus alas y se elevó como lo hiciera Salomé. Sobrevolaron el Bosque, conforme lo hacían Lukinna se recuperaba a sí misma, lo sabía porque se sentía libre y dichosa, eso significaba que ya nada la atrapaba.
La Gran Cascada, apareció ante las chicas. Sin dudarlo Lukinna corrió hacia la Cueva, al penetrar en ella quedó prendada por lo que su Corazón descubría. Hevier revoloteaba incansable sobre una esfera. Cuando Lukinna se acercó, quedó sorprendida. La esfera contenía la escena de su propia vida. Pudo contemplar cómo se alejó de sí misma y como poco a poco supo regresar. La Mariposa se había encargado todo el tiempo de sostener la intención de la constante transformación. Sólo así Lukinna alcanzaría a dar con la riqueza del camino.
Entonces la Mariposa se detuvo. Voló en su dirección y se fundió en su Corazón. Lo había conseguido.

En el Jardín de Rosas se escuchaban aplausos. Todos los presentes felicitaron a Lukinna. Era tan bella que si no hubiera sido por el Amor Incondicional de todo su Pueblo, nunca hubiera creído que merecía recibir tanto como dejó en el camino.

El Hada que añoraba la Cascada, se colocó en el centro y uno a uno fue agradeciendo el apoyo que le fue brindado.
La Mariposa se posó en su hombro, Arturo le regaló una de sus zanahorias. Dariel le sonrió y Salomé les anunció a todos que a partir de ahora Lukinna sería el Hada de Todos.
Sólo la Ardilla cotilla, fue capaz de insistir en algo:

-    Lukinna ¿Qué ocurrió con esos pensamientos que tanto te atormentaban y te alejaban de Dios…?
-          Que nunca más los volví a alimentar, así uno a uno fueron desaparecieron.
-          Lukinna… y tu cabello… ¿te lo vas a volver a cortar…? – insistió la Ardilla con sus preguntas.
-          No, jamás, mi cabello forma parte de mi Verdad. Sin él no soy yo.

Sacó su peine de plata y se puso a cepillar su melena, mostrando los destellos que era capaz de desprender, dejándoles a todos atónitos con su belleza.