COMO UN ÁRBOL DE FRUTO SABROSO, SE YERGUE EL ESPÍRITU DE GOZO AL SENTIRTE LLEGAR
En
el diminuto nido que hiciera, para resguardar a todos los huevitos que acababa
de poner e ir empollándolos, se encontraba, absorta en su labor, en el
sentimiento que la invadía, por todos y cada uno de ellos, tanto fue así, que
se olvidó que en la ladera de la montaña, la estaba esperando el Pastor.
El
Pastor, si estaba allí, anclado, esperando a que la Oca, llegara. Estaba deseando
encontrarse de nuevo con Ella, pues cuando se reunían, el Mundo se disolvía y
sólo y únicamente, quedaban Ellos y toda su sabiduría.
Así fue como comenzó Anne, el relato de Mamá Oca. Todos
en el Jardín de Rosas, prestaban atención. Mamá Oca, como siempre, pulcra e
impoluta, como era su condición, les sonrió, se sentía gratamente orgullosa, de
aquello tan profundamente mágico, que un buen día sucedió.
- Vamos, Anne, continua, nos tienes intrigados… - le requirieron
la pareja de gorriones,
Así, Anne, con toda la alegría y sabiduría que su Ser
contenía, continuó diciendo:
Se
encontraba el Pastor, absorto a su misma vez, sentado sobre una roca añeja,
vestido con una zamarra vieja y unas alpargatas que tejió, él mismo en lejanas
épocas. Entonces, esperando a la Oca, se remontó hasta el recuerdo de un
terrible dolor que lo asoló. Mucho había transcurrido desde entonces, desde el
día que se convirtió en Pastor. Pero también mucho había tenido que vivir desde
entonces, hasta que llegara otra ocasión. Recordó el mismo día, en el que miró
a su alrededor y contempló que el pasto se había agotado, pero no había sido
por algo propio de la Naturaleza, había sido un terrible suceso, que nadie
sabría cómo se resolvería.
- ¿Existen los
medios…? - se preguntó aquel doloroso día, en el que pudo ver los prados
agotados y estériles de hierba.
Alguien
que había alimentado de puro estiércol al rebaño, había arrasado con el buen
pasto. Era clara la intención de aquel que deseaba que el rebaño no recordara,
que existía otro tipo de alimento.
Fue
tanta su aniquilación, que hasta el rebaño, siquiera podría llamarse así. Jamás
pacían en paz, ni siquiera sabían qué era aquello, pues cuando se acercaban
demasiado, se mataban entre ellos.
La
desolación era tan grande, que hasta el mismo Cielo, se derramó en gran parte.
Ni en las entrañas de Dios, se podía soportar el dolor por aquello.
El
Pastor, que no tenía ni conocía otra profesión, cayó enfermo, y en su dolor, se
devanó día tras día los sesos, por encontrar la forma de recuperar el verdadero
alimento y que un precioso rebaño se volviera a revelar, para poder disfrutar
de aquello que encerraba la Verdad.
Gritó
y gritó, clamó al mismo Cielo la forma de hacerlo. Se dedicó el resto de sus
días, al Mundo entero, conociendo y brindándose a cada rincón.
Tal
que un Mendigo, trabajó día y noche, sin apoyo, sin siquiera nombre, con el don
de la Fe, su lápiz y su papel, con la seguridad de que un buen día, ante sus
Ojos atentos a la Verdad de los Cielos, aparecería quien en realidad, podría
resolver aquel entuerto.
Anne, expresó una de aquellas preciosas sonrisas que
iluminaban su tez. Todos observaban a la Oca, que sabia y para nada sola, se
puso en pie, saludándoles a todos, con su excelente porte de Gran Madre, de
Anciana en ese excelente quehacer.
El Hada Salomé, corrió a su vera y trazando un precioso
baile por vez primera, que le había enseñado un Señor - ese del Aire - quiso
regalarle su propia satisfacción, pues si la Oca no hubiera confiado en Salomé,
nadie habría cruzado y los huevos alumbrados, no se hubieran podido conocer.
La Oca, acercó su pico a Salomé:
- Estate quieta mujer, quiero darte un beso.
- Aaahhhh!!! Lo siento, ya paro – el Hada, se quedó
inmóvil, algo muy difícil para Ella, mientras Mamá Oca, le daba un auténtico
beso de agradecimiento.
Tras ello Salomé, continuó bailando, no se estaba quieta,
entonces, la Perdiz le dijo:
- Ya nos hemos dado cuenta de que Él te ha enseñado su
baile y que habéis bailado la pasión de vuestro Amor Sagrado. Tampoco hace
falta que te pases todo el día bailando. Estate quieta de una vez, ufff qué
mareo tengo, con sólo verte – le dijo con cariño.
- Es que no puedo, es mi primer baile con Él. Me encanta
esta danza. Mirar lo que puedo hacer – exclamó.
Entonces, el Hada hizo unas difíciles y complicadas
piruetas llenas de magia, al tiempo que a través de sus alas lanzaba, esporas
impregnadas del Amor que sentía por Él, para que todo el Mundo se enterara y no
quedara nadie, que dijera que eso no podía ser.
- Ohhh!!!! – se escuchó - ¿Cómo lo has conseguido….? –
preguntó la mariquita, mientras ella misma sacudía sus alas para ver si también
lo lograba.
- Es que tiene truco, me lo enseñó Él. Creí que este baile
era sólo propio de Silfos, pero por mi misma descubrí que no era así. Yo
también puedo bailar con Él, tal y como siempre soñé.
Anne intervino en este punto:
- ¿Advertís, que nos estamos desviando del cuento…?
La Oca, rápida contestó:
- Es cierto, me quedé allí en el nido, incubando huevos…
- Salomé – dijo Anne – otro día explicaremos la historia de
vuestro baile ¿estás de acuerdo…?
Y Salomé, regalándoles a todos los presentes un difícil
salto impecable, contestó:
- Si, por favor – y sin más, continuó brincando como una
loca, llena, llenita de Amor.
Anne, se reía por dentro, para Ella, el Hada era muy
especial, pero también lo era Mamá Oca y a Ella, también la tenían que conocer
los demás.
Así, tras lo cual, continuó con el relato:
Hacía
ya demasiado que esperaba, el Sol, se había puesto, el atardecer había sido
jalado por la incipiente noche. El Pastor, no sabía qué hacer.
- Le habrá
ocurrido algo a la Oca…? – se preguntó.
¿Por qué no ha acudido a la cita…? – continuó
preguntándose, sin ser capaz de disimular el dolor.
¿Y si me muevo de aquí y entonces llega Ella y no me
encuentra…?
¿Y si me quedo esperándola y resulta que Ella necesita mi
ayuda…?
¿Voy en su busca…? ¿Me espero...?
La
incertidumbre lo abatió, tanto fue así que sucumbió. La roca le sirvió de
almohadón, la hierba de colchón. Se descalzó, se abrigó y dejó que la noche le
hablara con su voz. En ese maravilloso sueño, la encontró, pudo verla. Estaba
bien. Sólo estaba a dos pasos del pie de la ladera, sentada, absorta, en no
sabía qué.
Sin
pensarlo, despertó, agradeció a la Luna, aquel reflejo y corriendo ladera
abajo, con calma y también con desesperación, acudió a su encuentro, dejando
olvidado su calzado, pues siquiera en los pies sintió dolor.
Corrió,
en su busca, corrió en aquella dirección. No se perdió, pues la Luna sabiamente
le indicó.
Cuando
llegó, no podía creérselo, allí estaba la Oca, más hermosa que nunca, era como
si algo en su Ser, se lo dijera.
Cuando
la Oca vio al Pastor, no pudo contener la emoción. Su Corazón aliviado por
aquello, se sintió relajar.
- Estás aquí!!!! –
gritó de alegría - ¿Has venido a buscarme…?
- Pues claro que
sí. Estuve esperándote… ¿Recuerdas que habíamos quedado en encontrarnos para
resolver algo…?
- Pues, si, bueno,
no sé, si claro que sí, lo recuerdo, más bien no lo recuerdo, pero sé que es
cierto. Sentía que nos teníamos que ver… - le confesó a su Gran Amigo, el
Pastor.
- ¿Qué haces, ahí
sentada, tan quieta y concentrada…? – le preguntó con curiosidad, ocultando su
ingenuidad.
- Estoy
empollando. Mira – la Oca, se irguió lo suficiente como para que el Pastor
pudiera ver los huevitos que había puesto.
- Alaaaa!!! son
huevos. ¿De ahí saldrán polluelos…?
- Sí, claro. Son
polluelos muy especiales, son mis polluelos, estos no permitiré que los mate
nadie.
- ¿Puedo
ayudarte…?
- Pues claro. Yo
sola no podría hacerlo.
- Ahhh!!! Qué
bien, me he estado preparando mucho, impregnándome de todo, mezclándome con
todo, tocando el barro y el mismo lodo, descubriendo como salir de los bajos
fondos. He averiguado que se puede hacer – le confesó el Pastor a aquella
bellísima Mamá.
- Lo sé, siempre
supe que descubrirías el modo… Sabes una cosa… por eso he puesto estos huevos…
- Ellos,
repoblarán de buen pasto los prados y llevarán la sabiduría del rebaño, ellos
velarán por que nadie olvide que el alimento no está agotado.
El Pastor, lloraba de emoción, hubiera deseado abrazar a
Mamá Oca, pero no osó interrumpir su gran labor, la de empollar a los
polluelos, era algo muy delicado, era algo que solo lo podía hacer quien le
brindaba su Corazón a la Creación y Ella sabía, muy bien cómo.
Pasó el tiempo, Mamá Oca y el Pastor, alimentaron a los
polluelos. Cada uno de ellos, era muy único y especial, cada uno de ellos,
portaba consigo una atribución. Ni el Pastor ni la Oca, consintieron que
ninguno de los polluelos olvidara su verdadero don, aquel que llevarían consigo
siempre y que sería vital, pues cada Ser sostiene una única función y esa es la
mejor.
Un buen día los polluelos se despidieron de Mamá Oca.
Ella estaba entusiasmada por el viaje que iban a vivir. El Pastor, allí
continuaba, observando a la Vida vivir.
Al cabo de mucho tiempo, acudió en busca de ellos, uno de
los polluelos.
- Mamá, Pastor,
¿podéis venir…? – se escuchó decir.
- Claro Hijo,
ahora vamos ¿qué ocurre…?
- Mirad, quiero
que veáis algo…
El
polluelo mayor, sujetando de la mano a su Madre, la llevó hasta las
inmediaciones del Bosque.
- Observa Madre,
mira, están llegando, están regresando, recuperando su Hogares, restaurando
aquello que destruyeron. Mira, observa tu Pueblo…
Mamá
Oca, no podía parar de llorar… por fin, el Pueblo Nakhan estaba recuperándose,
Níneveh, allá donde estuviera, estaría orgullosa de que siempre ellos, creyeran
que nada podría destruir su nombre, ni su Esencia, ni aquello por lo que tanto
había luchado.
El
Pastor, se sentó al lado de su Oca más maravillosa, eran una extraña pareja,
dos formas de vida opuestas que se unían para cada ocasión en la que ambos
sintieran, que era la fuerza de la unión la que conseguiría que todo se moviera
hacia una probabilidad mayor.
El
Pastor, se inquietó. El rebaño estaba preparado para regresar a casa, todos y
cada uno de los integrantes, estaban colmados de buen pasto. Se habían agrupado
para comenzar un día nuevo. Sólo faltaba Ella, la Oca atrevida, aquella que con
su casta y su valor, un buen día se cruzó en su Camino.
- ¿Dónde se ha
metido esta vez…? – se preguntó.
De
repente, se escuchó un graznido, era la Oca que llegaba, por suerte, no se
había perdido.
Suspiraba
agradecida. El momento había llegado, todo estaba preparado. El Pueblo estaba
de celebración. Las casas se habían engalanado para la ocasión. Cada uno había
recuperado aquello que perdió.
El
Pastor, había cogido su pluma y en la misma entrada escribió:
- Bienvenidos al
Pueblo Nakhan, el único lugar donde encontrarás el Fuego de Dios.
- Ahhhh!!!! Ya entiendo, este es el letrero que puede verse
en la entrada – exclamó la lombriz.
Anne, asintió con lágrimas en sus Ojos y en su Corazón.
La entrañable Mamá Oca, se sacudió, era muy emocionante escuchar aquella
historia de labios de aquella preciosa niña, que amaba con todo su Corazón.
- Mamá Oca!!!! Una cosa… ¿Qué ocurrió con el Pastor…?
Entonces, Mamá Oca, por vez primera les rebeló. Él es el
joven del Molino, el chico que cada día cocina pan.
- ¿Todavía no lo habías reconocido…?